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Samuel García y la humillación de depender de otros para solucionar la sequía de Nuevo Léon

Samuel García tras ser electo gobernador de Nuevo León en junio de 2021. REUTERS/Daniel Becerril
Samuel García tras ser electo gobernador de Nuevo León en junio de 2021. REUTERS/Daniel Becerril

Todo era alegría para Samuel García el 7 de junio del año pasado. Había ganado la gubernatura de Nuevo León, el poderoso estado que siempre se ha jactado de una autosuficiencia digna de soberanía nacional. Y a decir verdad, los habitantes de ese estado no podían tener a un mejor mandatario si de sentirse representados se trataba. Por eso 786 mil personas votaron por él y lo elevaron al grado de celebridad consumada. Ninguno de sus deslices previos (toda una declaración de intenciones) fueron suficientes para hacer cambiar de opinión a un electorado que veía en la arrogancia de García el método perfecto para devolver a los neoleoneses el futuro brillante que siempre se adjudican. Sólo les faltó decir: Make New Lion Great Again.

Aunque la pandemia nos haya distorsionado las maneras de sentir el tiempo, todo esto fue hace muy poco. Los días de campaña estuvieron repletos de un sinfín de sorpresas a cargo de los influencers de moda. Cada día García y Mariana Rodríguez, su esposa y verdadera artífice de su éxito político, subían una nueva puntada a redes sociales. Que si tenían un cubrebocas gracioso, que si eran la pareja perfecta de tórtolos enamoradizos y, cómo no, representantes de eso que muchos teóricos llaman "la nueva política".

En diversas tribunas se dijo que Rodríguez era una genio de la comunicación política y que, más allá de los intentos del INE por sancionarla (al final revocados por el Tribunal Electoral), esa era la nueva forma de hacer campañas. La sofisticación tecnológica y mediática en todo su apogeo. Rodríguez no era pues una empresaria con cierta habilidad para usar Instagram, sino toda una revolucionaria de la propaganda política. Eso dijeron, aunque hoy resulte tan fácil reírse de tan solo recordarlo. Porque sí, ella fue la responsable del éxito de García, pero eso no hace sino confirmar lo manipulable que puede ser un electorado cuyo voto se puede echar a la bolsa alguien mínimamente gracioso. No, ella no era una genio ni Samuel García un visionario. Solo había un electorado con las fisuras más oportunas.

Si en aquellas época de campaña García no dejaba de "sorprender" por alguna novedad comunicativa, ahora, a un año de distancia, y una vez que todos han comprobado que hacer política no es un juego, no hay día, momento ni lugar en que el gobernador no haga el ridículo. Cual Abuelo Simpson en aquella penosa escena en la que Mr. Burns le pregunta si no puede pasar cinco minutos sin humillarse solo, García se supera a cada rato y de modos más vergonzosos. Tiene que hacer o decir algo bobo, absurdo o impresentable en cada comparecencia pública o no está satisfecho. Ahora, el soberano del mejor estado del país (según sus propios habitantes) sufrió un golpe de orgullo, mal entendido, y lloriqueó por un apoyo que no recibe —al quejarse acepta implícitamente que lo necesita—. Todavía tuvo la moral para hacerse el digno.

“No mandan una chingada despensa, no levanta la mano nadie. Y les digo algo: no los ocupamos, porque aquí sí sacamos debajo de las piedras el agua, el dinero y el orgullo. No ocupamos a nadie los neoleoneses y somos los que más lana producimos. Somos los que más pagamos impuestos", dijo el gobernador el sábado en una visita al municipio de General Terán. Como niño chiquito que hace berrinche y espera, en el fondo, que sus exigencias sean saciadas, García dice no necesitar el apoyo de la Federación para solventar, o al menos atenuar, la crisis que lo ha exhibido como el perfecto incompetente que siempre fue.

“Pero les juro que esta crisis se va a superar pronto y vamos a exigir que nos respeten. Y no ocupamos nada de nadie porque aquí solos podemos”

El problema con el "governatore" es que uno ya no sabe si su ignorancia es genuina (lo más probable) o en realidad está acudiendo a métodos lamenteros y chantajistas para tratar de obtener beneficios y, luego, cuando pase la tormenta (o la sequía, más bien) levantarse el cuello y decir que lo hizo sin ayuda de absolutamente nadie. Pero esta vez ya nadie le creerá ninguna mentira. O quién sabe. No se puede subestimar a un estado que sustentó su voto en videos de tenis fosforescentes.

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