El fenómeno del aislamiento social de fin de semana

No existe una estadística que recoja el número de afectados por lo que en The Guardian han definido como “la soledad del fin de semana”, pero sí el hecho, a tenor de las entrevistas realizadas por el diario británico, de que se da “un número creciente de personas” que se ve condenado al ostracismo social sábados y domingos. Para ellos, cuando su jornada laboral termina el viernes comienza un páramo de dos días.

Llega el fin de semana y están y se sienten solos. (Foto: Getty Images)
Llega el fin de semana y están y se sienten solos. (Foto: Getty Images)

Paula Cocozza, autora del extenso reportaje titulado La agonía de la soledad del fin de semana: "No hablaré con otro humano hasta el lunes”, ha hablado con varias personas que sufren de este aislamiento temporal, de las razones por las que se ven arrastradas a él y de cómo se sienten al respecto. Testimonios recogidos a través de 200 encuestas de gente que, desde diversos puntos del mundo, contestó al llamado del diario británico para que contasen su situación.

Con nombres ficticios y datos personales algo modificados para no revelar su verdadera identidad, se cuentan casos como el de Peter, un hombre de 62 años que cada día hace el viaje de Brighton a Londres para acudir a su puesto de trabajo. Los días laborables son intensos y ajetreados, pero al llegar el sábado se queda solo. Teme, dice, la llegada del fin de semana. Su interacción con otros seres humanos se reduce, como la de tantas otras personas que hablar para The Guardian, a las conversaciones de cortesía y de corte práctico si acude a hacer la compra o si decide entrar a tomase un café solo en algún local.

Una soledad de la que no es fácil salir, que es como un círculo vicioso y que han reconocido sentir personas que van desde el encuestado más joven de 16 al mayor de 70 años. Es decir, que no es una situación constreñida a los más ancianos como cabría pensar y que, como reconoce la profesora de psicología de la Universidad de Manchester Pamela Qualter, “no es algo que haya sido investigado en absoluto”.

Sobre la soledad se han realizado muchos estudios e investigaciones, pero en términos generales, no sobre el fenómeno concreto del aislamiento social del fin de semana que hace que muchos sientan “alivio” cuando llega el lunes y toca volver a trabajar. Las situaciones y razones varían. Así, por ejemplo, puede leerse el testimonio de una madre en sus 60 cuyos hijos han hecho su vida que pasa los fines de semana sola, sin compromisos sociales, y que teme que esto se extienda al resto de la semana en cuanto llegue la jubilación.

Otros explican que la razón que les lleva a quedarse solos, sin planes para sábados o domingos, tiene que ver en parte con su estado civil y su situación amorosa. Son solteros que reconocen que las personas de su entorno están todas emparejadas y que son solo amigos de entre semana. Cuando llega el viernes es como si dejaran de existir y solo hubiese planes para parejas convirtiéndolos en parias.

También hay quien habla de la respuesta que reciben de la sociedad para con aquellos que se ‘atreven' a entrar solos en un local. Cuenta uno de los encuestados la situación que vivió cuando al instalarse nuevo en una ciudad decidió sentarse en un pub a ver un partido y cómo recibía miradas del resto de clientes por estar allí, solo, en una mesa para seis. Liz explica que siente que el entorno cambia cuando llega el fin de semana y que lo que se puede hacer en solitario de lunes a viernes se convierte en algo extraño o incómodo un sábado.

Sobre esto, Sally Brown, asesora y consejera entrevistada por The Guardian, señala que no siempre es el resto quien opina así, sino que a veces ese sentimiento responde a la percepción que el ‘solitario’ proyecta en los demás. Es decir, que Liz cree que los demás la mirarán raro sin decide salir a cenar sola una noche de sábado y por eso lo percibe así.

Brown reconoce que por su trabajo ha escuchado mucho hablar de esa soledad de fin de semana. “Es como si las personas tuvieran dos versiones. El personaje del día laborable está ocupado y confiado. Pero el personaje del fin de semana está perdido y vulnerable”.

La solución no es sencilla, sobre todo porque a veces es consecuencia de un círculo vicioso. Una de las mujeres con las que habló Cocozza comenta que su forma de plantar cara a este aislamiento social de dos días es la de estar siempre lista para un plan de última hora o ser el amigo comodín que dice siempre que sí cuando alguien le llama porque otro alguien ha fallado.

Para Brown la mejor manera de afrontarlo y combatirlo es la proactividad. Buscar grupos con intereses comunes, apuntarse a actividades que promuevan las reuniones… son formas de conocer gente y ampliar el grupo. Eso y, especialmente, intentar mantener una actitud positiva. Es un consejo obvio, pero que no siempre sencillo de seguir.

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